Igualdad, unión, compañerismo, amistad, respeto, perseverancia, solidaridad y tolerancia fueron las cualidades distintivas en las diversas generaciones de estudiantes que forjaron su personalidad durante más de dos décadas en las aulas del establecimiento ubicado en la zona oeste del barrio Martín Fierro.

Todos colaboraron en los preparativos de una fiesta emocionante, centrada en reivindicar las buenas costumbres. La escuela lucía impecable cuando abrió sus puertas. Decorada con los colores patrios, recibió a niños, jóvenes o adultos durante una jornada repleta de emoción, recuerdos y alegría.

“Forjaron una identidad con convicciones claras, esperanza y tenacidad con el pequeño aporte de cada historia que nació en este lugar. Sin dudas, formaron personas extraordinarias con la capacidad de desarrollar ideas para cumplir sus objetivos personales, colectivos o profesionales”, reflexionó la máxima autoridad del distrito durante su mensaje.

Mitsuhiro Takashima llegó a Argentina en 1968 junto a su mujer desde Japón tras una breve estadía en Paraguay. Formó su familia en Florencio Varela y decidió construir un colegio como una manera de retribuir al país que lo cobijó.  

Don Mario -como llamaron cariñosamente al propietario de la institución- remarcó el rol de la entidad con una extraordinaria trayectoria en la instrucción de los varelenses. “Asumimos el compromiso con gran responsabilidad. Comenzamos con el jardín de infantes. Luego, inauguramos el primario. Posteriormente, sumamos el secundario. Decidimos renovar el esfuerzo para cumplir el objetivo primordial: enseñar. Cada miembro de la comunidad ocupó el lugar necesario para construir juntos un ámbito de aprendizaje saludable””, recordó.

El jefe comunal y la Secretaria de Cultura y Educación -Julieta Pereyra- obsequiaron la bandera varelense a los directivos de los tres niveles educativos para enarbolarla a diario. Tras un breve recorrido por las salas, observaron los diferentes shows que prepararon para la ocasión.

Dos ex – integrantes de la comisión dirigencial, Ángela Sánchez y Margarita Rivas, calificaron a la escuela como un “semillero de profesionales que ocuparon lugares significativos en las carreras que escogieron tras culminar su formación”. “Siempre nos sentimos orgullosas por contribuir en la creación de excelentes personas”, confesaron.

Anabel Matto –egresada- brindó un sincero relato donde resumió su experiencia en el salón y asumió la responsabilidad de aplicar “los valores aprehendidos para ser una persona de bien”.